El Milagro de la Vida

Pasábamos un par de semanitas fuera. Nuestros dos “pequeños periquitos” siempre vienen con nosotros. Dicen que son muy sucios… pero también son una auténtica alegría. Son de lo más juguetones y les encanta volar por todo el salón. Nos gusta soltarles siempre que podemos para que puedan disfrutar un poco y salir de “su diminuta casa”. Aunque he de reconocer que nosotros disfrutamos viéndoles a ellos.

Les habíamos puesto “un nido” en un intento de que criaran, aunque ni siquiera teníamos pensado qué pasaría en el supuesto de que lo hicieran… ni siquiera si algo así sería posible. Aún así, poco antes de volver a casa, nos encontramos que había un lindo pero muy pequeño huevito dentro.

Estábamos “alucinados”. No sabíamos bien qué teníamos que hacer si es que teníamos que hacer algo. Bueno, simplemente nos dedicamos a lo que veníamos haciendo, que no les faltara agua fresca, ni comida, ni alguna hojita de lechuga de vez en cuando.

Unos días después nos llevamos otra gran sorpresa: en vez de uno, teníamos tres huevitos. Fue entonces cuando vimos a la Madre Naturaleza, sin nuestra intervención, sólo ellos dos, nuestros dos “kirikillos” cuidando de aquellos pequeños. La hembra siempre dentro del nido, varias semanas pasaron, y sólo salía para hacer sus necesidades y alimentarse, eso, cuando no era el macho el que le daba de comer. En unos veinte días, el primer pequeñín salió del nido, una semana después teníamos a los tres pequeñajos piando y pidiéndole a la mamá comida.

Los padres desviviéndose por cuidarles, darles calor y comida, la Naturaleza siguiendo su curso sin que nosotros hiciéramos absolutamente nada, únicamente admirar su trabajo. De vez en cuando abríamos el nido para contemplar y fotografiar a los tres pequeños “garbancitos rosáceos” moviéndose continuamente pero sin separarse, siempre juntitos. Entretanto la madre se detenía enfrente del nido observando a aquellos dos personajes enormes “fisgonear” a sus crías. Entonces cerrábamos la tapita del nido y ella sin dejar pasar un segundo entraba de inmediato para asegurarse que todo estaba en orden.

Crecían a gran velocidad y en cuestión de un mes teníamos a tres periquitos más volando por todo el salón.

La Naturaleza había cumplido.

El Milagro de la Vida se había producido.

Los “papás” habían hecho su trabajo protegiéndoles y cuidándoles.

Mucho podemos aprender de ellos, nosotros, el a veces mal-llamado “género humano”, que somos capaces de lo mejor y también de abandonar a nuestras crías en un cubo de basura.

¿Qué tiene ESO de humano?